
Arcadia
Arcadia, originaria de la Grecia antigua, representa un concepto idealizado de un paraíso, simbolizado por paisajes rurales prístinos y una vida en armonía con la naturaleza. Esta visión bucólica de Arcadia fue plasmada en el arte y la literatura, donde se destacaba como un refugio contra las aflicciones de la vida y las tramas políticas de las deidades del olimpo. Durante el renacimiento, el interés por la mitología clásica y la utopía pastoral revivió, llevando a artistas como Jacopo Sannazaro y Lope de Vega a explorar temas arcádicos en sus obras. Es en este tiempo es que el concepto del paisaje arcádico variará o mutará hacia un plano más mundano, más terrenal. Ya Arcadia no será un lugar de descanso para los dioses, sino para el hombre. Este hombre más urbano que busca en su corazón un lugar donde reposar en medio de una vida, ahora en la ciudad y no en el campo, mucho mas rápida y al parecer más complicada.
En el contexto de la pintura mural, los frescos de la Villa de los Misterios en Pompeya y la Casa de Livia en Roma reflejan temas arcádicos con escenas que capturan rituales y divinidades en entornos naturales. Estos murales, aún en exhibición en sus sitios originales, son testimonios clave de la persistencia del tema arcádico a través de los tiempos.
Artistas post-renacentistas, como Nicolas Poussin y Thomas Gainsborough, también abrazaron el tema de Arcadia. Poussin, en particular, es conocido por su obra "Et in Arcadia Ego", que encapsula la melancolía y la belleza de este idilio perdido. En el siglo XIX, el pintor francés Jean-François Millet continuó esta tradición con sus representaciones pastorales que enfatizaban la simplicidad y la dignidad de la vida campesina.